sábado, 8 de enero de 2011


DEFENSA PERSONAL

La habilidad Autodefensiva o Defensa Personal es la capacidad, adquirida por aprendizaje, de salvaguardar la propia integridad ante injustas agresiones con el máximo de certeza y el mínimo de energía y tiempo. Esta habilidad requiere gran capacidad de anticipación y sentido de responsabilidad, que son originados en el área frontal del cerebro, finalizado su desarrollo desde los 6 a los 10 años. A esta edad la falta de madurez autodefensiva está suplida por el control protector de los familiares, lo que nos hace suponer que cuando no exista autocontrol de la propia energía, fundamental para la autodefensa, este se impone desde fuera, primero en la familia, después por la sociedad; no sería absurdo pensar que a un mayor autocontrol disminuya el control ambiental o ajeno. Sabemos que en las “Situaciones Criticas” nuestra agresividad aumenta convirtiéndose en un caudal energético que debe ser “regulado” para no convertirse perjudicial para el objetivo que se persigue: “salvar la vida”, decimos salvar la vida, pues aquel que sienta impotencia ante tal propósito difícilmente podrá salvarla a terceros. En el caso de “dar la vida” por otro no olvidemos que será la última vida que salvemos.


El autocontrol debe ejercerse sobre la reacción defensiva impulsiva, para su mejor aprovechamiento en una percepción de las circunstancias concurrentes realistas y una posterior adaptación planificada. El autocontrol profundo necesario para la respuesta de emergencia debe regular tanto las decisiones restrictivas como las impulsivas, evitando tanto el descontrol como el sobre control, que pueden aceptar excesivas inhibiciones que al alcanzar su punto crítico se anulen totalmente. Recordemos que las personas muy controladas (interna) llegan en ocasiones a realizar actos de brutal agresión sorpresivamente para ellos y quienes les conocen. La lucha entre animales de la misma especie, generalmente durante el período de reproducción, rara vez resulta mortal debido a un “control instintivo” que asegura, sabiamente, que le período reproductor consiga su objetivo natural: la supervivencia de la especie en vez de convertirse en una merma sistemática de los machos, que provocaría a cierto plazo la extinción de su especie. Este mecanismo regulador de la agresión Interespecífica se basa en la no agresión ante la sumisión o huída del oponente, pero en el ser humano se supone que su rápida evolución cultural ha invalidado la eficacia de los gestos humanos de apaciguamiento y sumisión.



Recordemos que los animales más capacitados para la agresión también son los que mayor control poseen sobre sus recursos mortíferos en pro de su supervivencia; en el caso humano, de elevada capacidad ofensiva, debemos esperar un autocontrol proporcional si no queremos que cause nuestra destrucción, debiendo acompañar siempre a la creación de una capacidad ofensiva (por ejemplo: un arma) el sentido de responsabilidad que exige su uso. El aprendizaje de la habilidad autodefensiva parece a simple vista un problema de coordinación muscular de los procesos ejecutores. Pero esta habilidad tiene gran relación con el grado de perspicacia del individuo, la cual depende a su vez de lo que este percibe. En todo momento existen gran número de estímulos tanto dentro como fuera del individuo y este no puede percibirlos todos; por eso selecciona los que considera más importante y los agrupa para que cobre sentido. Los estímulos llegan a través de canales sensoriales que pueden cambiar de importancia a lo largo del proceso defensivo. Los estímulos procedentes de los órganos visuales, auditivos, táctiles, cinestésicos y demás se deben organizar para formar un todo que sintetice un problema defensivo.


Frecuentemente en los estímulos captados se dan cortes, que el individuo compensa recurriendo a su experiencia interior. El practicante de poca habilidad recibe un número de estímulos, siendo incapaz de percibir cuales son los importantes o cual debe ser la respuesta. Mientras la persona con habilidad posee un esquema mental donde se ubican muchos estímulos anteriormente experimentados, y advierte los pequeños cambios que se producen el conjunto de estímulos que ya esperaba y, por eso, es capaz de reaccionar más rápidamente. Con frecuencia, para realizar este ajuste de la acción defensiva al ataque producido no solo debe tenerse en cuenta la existencia de este, sino también calcular el ritmo y la forma con que el mismo se produce. Actualmente podemos ser atacados y correr riesgos de abuso físico y/o moral de diferentes formas: Agresión con Armas de Fuego. Agresión con Armas Blancas. Agresión Psicológica y Física sin ningún tipo de Armas

Vía Pública
En la calle, es común que algunos transportistas, se valgan de herramientas cotidianas a sus actividades para realizar agresiones, por ejemplo, palos para chequear neumáticos, destornilladores, llaves, etc. Los registros indican que los ataques con estos tipos de objetos, suelen ser dirigidos al cuello, pecho o cara.

Efecto “Popeye”
En la jerga médica se denomina efecto “Popeye” al producido por el consumo de la cocaína, la cual provoca una gran generación de adrenalina lo que genera una sobre-excitación que hace que la persona no sufra dolor ante golpes o cortes convirtiéndolas en “Imparables”

Agresión Psicológica y Física sin Armas
La agresión o violación temporaria de nuestra libertad no precisamente siempre se realiza con armas blancas, objetos contundentes o de fuego. La superioridad física y la organización que actualmente poseen los delincuentes les permiten, muchas veces, intimidar y cometer actos delictivos sin la necesidad de portar ningún tipo de armas. Solo basta con agredir física o verbalmente a su víctima reduciéndola en segundos y dejándola imposibilitada de reaccionar