sábado, 8 de enero de 2011



Recordemos que los animales más capacitados para la agresión también son los que mayor control poseen sobre sus recursos mortíferos en pro de su supervivencia; en el caso humano, de elevada capacidad ofensiva, debemos esperar un autocontrol proporcional si no queremos que cause nuestra destrucción, debiendo acompañar siempre a la creación de una capacidad ofensiva (por ejemplo: un arma) el sentido de responsabilidad que exige su uso. El aprendizaje de la habilidad autodefensiva parece a simple vista un problema de coordinación muscular de los procesos ejecutores. Pero esta habilidad tiene gran relación con el grado de perspicacia del individuo, la cual depende a su vez de lo que este percibe. En todo momento existen gran número de estímulos tanto dentro como fuera del individuo y este no puede percibirlos todos; por eso selecciona los que considera más importante y los agrupa para que cobre sentido. Los estímulos llegan a través de canales sensoriales que pueden cambiar de importancia a lo largo del proceso defensivo. Los estímulos procedentes de los órganos visuales, auditivos, táctiles, cinestésicos y demás se deben organizar para formar un todo que sintetice un problema defensivo.

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